
Franz Liszt, que debía dirigir un concierto, se dejó por descuido la partitura en una silla. Una oronda baronesa se sentó encima. Listz fue hacia ella y le dijo cortésmente:
"perdone señora, pero la partitura sobre la que está sentada no es para instrumentos de viento".
Hay anécdotas que cuentan cómo las mujeres se le acercaban a medio concierto para cortarle un mechón de pelo… una pequeña histeria que con frecuencia terminaba felizmente para Liszt jejeje....
Sin embargo, pese a ello, siempre trató de ser serio en el arte. Una anécdota suya, que le costó muy cara, lo muestra: Dando un recital ante el Zar Nicolás I de Rusia, éste se puso a hablar con su ayudante y Liszt paró de tocar. Al preguntarle porque paraba respondió: “Cuando Su Majestad habla, todos los demás debemos callar”. Esto le costó ser expulsado de Rusia y la enemistad del Zar, que fue el problema mayor que impidió más tarde la anulación del matrimonio de la Princesa Carolina.
Pobre gorda¡¡
ResponderEliminar¿Por qué los gordos nunca se dan cuenta que se sientan encima de algo?
Supongo que conoces a Friedrich Urda. Eso si que eran anécdotas...
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